El ECONOMISTA
30 Abril 2014
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La cultura de la subvención
nos hace esclavos de los políticos:
Un retrato de la España clientelar
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El desarrollo económico y la competitividad de un país depende
en gran medida de la cultura política, social y empresarial del mismo, es
decir, de la forma en la que piensan y actúan sus ciudadanos. Y eso quiere
decir que la cultura de la subvención que impera en España limita el
crecimiento económico y es uno de los principales virus que infecta de
corrupción política a nuestra Administración.
La cultura corporativa de una empresa esta conformada por un
conjunto de valores, principios, códigos éticos de conducta y protocolos de
actuación que la diferencian y la identifican. Por tanto, podemos definir la
"cultura corporativa" de una empresa como un modelo de comportamiento
instaurado a nivel institucional y llevado a la práctica por el capital humano
que integra la misma.
Igualmente, la cultura corporativa de una organización también
es considerada como una herramienta de comunicación, puesto que a través de la
misma es posible proyectar una potente imagen de marca capaz de atraer al mejor
talento del mercado y a los clientes más valiosos. Consecuentemente, la forma
de pensar y de hacer (y la perfecta coordinación entre ambas acciones)
define su cultura corporativa.
La mayoría de los proyectos empresariales de éxito poseen una
cultura corporativa perfectamente diseñada, armoniosamente ejecutada y
estratégicamente alineada tanto con el modelo de negocio como con las personas
que conforman los mismos. Se trata, en definitiva, de un activo intangible que
aporta un valor no cuantificable en la cuenta de resultados de la empresa.
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¿Ciudadanos libres o
ciudadanos comprados?
Estableciendo un paralelismo con lo anteriormente expuesto, el
desarrollo económico y la competitividad de un país depende en gran medida de
la cultura política, social y empresarial del mismo, es decir, de la forma en
la que piensan y actúan sus ciudadanos. Y eso quiere decir que la cultura de la
subvención que impera en España limita el crecimiento económico y es uno de los
principales virus que infecta de corrupción política a nuestra Administración.
Las subvenciones públicas son la fórmula política perfecta para
mantener el poder: redes clientelares y lealtades electorales que convierten a
los ciudadanos en meros votantes comprados por los partidos políticos. En la España bipartidista, los
sucesivos gobiernos que se han alternado en el poder han impuesto la
"cultura de la subvención" con el objetivo de establecer redes
político-clientelares y, de este modo, intentar asegurarse la reelección.
La cultura de la subvención, además de institucionalizar la
corrupción en la
Administración Pública , convierte a los ciudadanos (empresas, sindicatos, patronal,
fundaciones...) que reciben las subvenciones en meros votantes comprados
por el partido político que ostenta el poder. Y paralelamente, en los más
fieles y sectarios defensores del gobierno que adjudica las subvenciones.
En nuestro país, principalmente en Andalucía, el régimen de la
subvención ha empobrecido a los ciudadanos hasta llevar a muchas familias a la
miseria y, por el contrario, ha enriquecido inmoralmente a la casta
político-sindical y a su entorno. Asimismo, la cultura de la
subvención expulsa del mercado a multitud de pymes dotadas de un modelo
de negocio viable y,
contradictoriamente, beneficia a empresas que únicamente se han constituido con
el objetivo de obtener la correspondiente subvención.
Otro de los efectos perversos que provoca la oscura política de
subvenciones aplicada hasta la fecha en España es que se produce un trasvase de
fondos públicos que siempre perjudica a los colectivos desfavorecidos de la
sociedad, los únicos a los que deberían ir destinadas las ayudas públicas.
El Estado de las autonomías ha potenciado enormemente la cultura
de la subvención. Los reinos de taifas autonómicos, al objeto de tejer sus
propias redes político-clientelares de ámbito regional, han multiplicado por 17
el número de subvenciones contribuyendo con ello al empobrecimiento global de
nuestro país, ya que se ha fomentado del desempleo y se ha incrementado la
desigualdad social.
A nivel socio-económico, esta cultura de la subvención ha
conformado una forma de vivir fundamentada en la protección del Estado. Y esto
ha derivado en ciudadanos sin libertad, carentes de iniciativa, ignorantes y,
sobre todo, manipulables. El caso relativo al supuesto fraude de la formación
para el empleo, que afecta como principal responsable al Gobierno de la Junta de Andalucía,
constituye el máximo exponente de la arquitectura político-clientelar en torno
a las subvenciones y los fondos públicos.
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¿Para quiénes va
bien la economía?
Para las empresas, sindicatos y patronales que reciben
subvenciones únicamente por el hecho de poseer vínculos políticamente afines
con el partido del gobierno de turno y que viven ajenas a la crisis.
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