Bienvenido al Blog de Pascual Hurtado



sábado, 26 de marzo de 2016

LA ÚLTIMA GRAN REVELACIÓN





…….En la Cruz



Reflexionemos un momento sobre unas palabras pronunciadas por JESÚS en la cruz y en circunstancias en las que muy, pero que muy difícilmente podía articular sonido alguno:

Es al final de su vida, en el último instante, con la asfixia a punto de terminar con Él:



Era ya eso de mediodía, cuando se oscureció el sol y toda la región quedó en tinieblas hasta la media tarde. La cortina del santuario se rasgó por medio.

JESÚS gritó muy fuerte:

-Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.

Y dicho esto expiró.
(Lucas, 23, 44-49)




Y dicho esto, JESÚS expiró.
Es realmente el final.


Pues bien, para mí estas siete palabras, en la traducción al castellano, expresan una gran REVELACIÓN, la última revelación del JESÚS de NAZARET - Hombre, aún con vida:

-Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.


Y es a la vez la revelación de la gran esperanza.



Encuentro aquí tres aspectos esenciales de esta expresión de la gran esperanza para la humanidad, precisamente por ser pronunciadas estas palabras en el último instante, en el momento de la verdad:

Todo eso, lo que encierran esas palabras ya lo había dicho JESÚS, de una forma u otra tiempo atrás, y en varias ocasiones.

Lo importante para mí es precisamente que en lo que aquí se expresa en esta exclamación, están resumidas y condensadas las tres grandes verdades en las que JESÚS creía y nos dejó expresadas para siempre…..y en el momento de la verdad: el final.


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1.   El PADRE




JESÚS cree en el PADRE, cree en DIOS, el principio y fin de todo, que es su PADRE, y que dio a conocer a toda la humanidad, a través de las enseñanzas ofrecidas a sus contemporáneos:

DIOS es como un Padre para la humanidad. Lo enseñó en vida y lo repite al final:



Una vez estaba Él orando en cierto lugar.
Al terminar, uno de sus discípulos le pidió:

-Señor, enséñanos una oración,
      como Juan les enseñó a sus discípulos.

Él les dijo:

-Cuando recéis decid:

“Padre,
santificado sea tu nombre,
venga tu reino.
(Mateo, 6, 5-15)




Pues si vosotros, siendo imperfectos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos,

¡Cuánto más vuestro Padre, que está en los cielos,
dará cosas buenas a quien se las pide!
(Mateo, 7, 7-11)




¿Quien de vosotros, a fuerza de agobiarse,
podrá añadir una hora al tiempo de su vida?

Ya sabe vuestro Padre del cielo que tenéis necesidad
de todo eso.

Buscad primero que reine su justicia, y todo eso
se os dará por añadidura.
(Mateo, 6, 25-34)



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2.   El ESPÍRITU



-Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.



JESÚS habla de su Espíritu y “lo encomienda al Padre”


No está hablando del “ESPÍRITU SANTO”, el misterio, el abogado que anunciará a los Discípulos que les enviará para iluminarles, guiarles….


Aquí habla de “SU ESPÍRITU”


Para JESÚS, todo no termina en la materia; no solo somos materia. La realidad no está solamente en esta vida, en este planeta. Hay algo más que la materia, el sufrimiento y el dolor en este mundo.


Todo no acaba con la muerte de la materia…..porque somos “espíritu”.
Él es materia y espíritu…….así como el resto de la humanidad.



Evidentemente ya lo había dicho en ocasiones anteriores, pero, lo importante para mí es que

ahora lo ratifica en “el momento de la verdad”.
Y eso puede tener  un valor definitivo.



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3.   La OTRA VIDA, la VIDA ETERNA


-Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.


JESÚS ofrece y entrega al PADRE su Espíritu, le pide que acoja su Espíritu.

Encomienda su espíritu. Entrega, abandona su Espíritu al Padre, la parte de su persona que no es materia, que está a punto de acabarse, de extinguirse.

JESÚS somete su Espíritu al Padre, a la vez que lo recomienda, lo somete……y lo expresa con confianza.

La agonía del final no es sino la entrega de lo mejor del Maestro al PADRE…..y consecuentemente la entrega de lo mejor de todos nosotros al misterio del más allá.


¿No está manifestando aquí claramente la apertura a la otra vida,
a la vida no terrenal, no perdurable,
a la Vida Eterna?



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Si. Ya se que JESÚS había hablado antes de todo esto, de los tres aspectos de su exclamación al PADRE que he pretendido recoger y subrayar aquí.

Los evangelios son manifiestamente ricos en enseñanzas y confidencias de JESÚS a sus discípulos y a muchos oyentes sobre estos misterios, siendo de destacar lo que recoge el evangelio de Juan, especialmente en la última cena.

Pero, para mí, lo repito, tiene particular importancia, en unas reflexiones referidas a JESÚS de NAZARET, el HOMBRE el contenido de la última exclamación/oración/petición que JESÚS el Hombre explicita al misterio de Dios justamente en el último instante de su vida:


-Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.

Y dicho esto expiró.
(Lucas, 23, 44-49)

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Resumo lo que en esta exclamación yo percibo, como compendio de la vida de JESÚS:




El “Otro”…..es DIOS

DIOS es PADRE

JESÚS, el Hombre, es cuerpo y Espíritu
(somos todos cuerpo y espíritu)

El PADRE acoge

JESÚS entrega su espíritu al Padre
se lo encomienda al PADRE

La vida, para JESÚS…..es Eterna






¿Será esto la verdad……del más allá……del  “después”?



No sé.

Lo que si se, lo que yo “leo” en la última exclamación de JESÚS de NAZARET es la certeza que Él tenía sobre ello, sobre la esperanza universal, certeza manifestada en los últimos segundos de su vida, la hora de la verdad.


¿De la VERDAD?




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domingo, 20 de marzo de 2016

¿ QUÉ HACE DIOS EN UNA CRUZ ?







Pasión de nuestro Señor Jesucristo       Lucas 22, 14-23, 56



Y cuando llegaron al lugar llamado «La Calavera», lo crucificaron allí, a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Jesús decía: 

Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.

Y se repartieron sus ropas echándolas a suerte.

El pueblo estaba mirando.

Las autoridades le hacían muecas diciendo: 
A otros ha salvado, que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido. 

 Se burlaban de él también los soldados, ofreciéndole vinagre y diciendo: - 

Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo


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José Antonio Pagola


Según el relato evangélico, los que pasaban ante Jesús crucificado sobre la colina del Gólgota se burlaban de él y, riéndose de su impotencia, le decían: «Si eres Hijo de Dios, bájate de la cruz». Jesús no responde a la provocación. Su respuesta es un silencio cargado de misterio. Precisamente porque es Hijo de Dios permanecerá en la cruz hasta su muerte.

Las preguntas son inevitables: ¿Cómo es posible creer en un Dios crucificado por los hombres? ¿Nos damos cuenta de lo que estamos diciendo? ¿Qué hace Dios en una cruz? ¿Cómo puede subsistir una religión fundada en una concepción tan absurda de Dios?

Un "Dios crucificado" constituye una revolución y un escándalo que nos obliga a cuestionar todas las ideas que los humanos nos hacemos de un Dios al que supuestamente conocemos. El Crucificado no tiene el rostro ni los rasgos que las religiones atribuyen al Ser Supremo.

El "Dios crucificado" no es un ser omnipotente y majestuoso, inmutable y feliz, ajeno al sufrimiento de los humanos, sino un Dios impotente y humillado que sufre con nosotros el dolor, la angustia y hasta la misma muerte. Con la Cruz, o termina nuestra fe en Dios, o nos abrimos a una comprensión nueva y sorprendente de un Dios que, encarnado en nuestro sufrimiento, nos ama de manera increíble.

Ante el Crucificado empezamos a intuir que Dios, en su último misterio, es alguien que sufre con nosotros. Nuestra miseria le afecta. Nuestro sufrimiento le salpica. No existe un Dios cuya vida transcurre, por decirlo así, al margen de nuestras penas, lágrimas y desgracias. Él está en todos los Calvarios de nuestro mundo.

Este "Dios crucificado" no permite una fe frívola y egoísta en un Dios omnipotente al servicio de nuestros caprichos y pretensiones. Este Dios nos pone mirando hacia el sufrimiento, el abandono y el desamparo de tantas víctimas de la injusticia y de las desgracias. Con este Dios nos encontramos cuando nos acercamos al sufrimiento de cualquier crucificado.

Los cristianos seguimos dando toda clase de rodeos para no toparnos con el "Dios crucificado". Hemos aprendido, incluso, a levantar nuestra mirada hacia la Cruz del Señor, desviándola de los crucificados que están ante nuestros ojos. Sin embargo, la manera más auténtica de celebrar la Pasión del Señor es reavivar nuestra compasión. Sin esto, se diluye nuestra fe en el "Dios crucificado" y se abre la puerta a toda clase de manipulaciones. Que nuestro beso al Crucificado nos ponga siempre mirando hacia quienes, cerca o lejos de nosotros, viven sufriendo.

Estos días de Semana Santa podemos mirar a Jesús Crucificado. ¿Qué sientes al verle sufrir a Él?

Él sabe muy bien lo que es estar mal y lo que es sentirse impotente. Él te está acompañando de cerca, también ahora, cuando sufres. Él está siempre acompañando a los que sufren.

Rezamos desde dentro a nuestro Dios crucificado:


Señor, confío en ti, tú estás sufriendo conmigo. 
Yo no sé cuándo, no sé cómo, pero un día
 conoceré la paz contigo y conoceré, por fin, 
la Vida definitiva contigo, Cristo ya, resucitado.




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