Tomado de la publicación
CARI FILII
30 Septiembre 2019
Habla la ciencia: "Es un corazón vivo en
sufrimiento".
Cinco milagros eucarísticos estudiados por la ciencia. Un
reconocimiento al Sagrado Corazón
El
cardiólogo Franco Serafini analiza los cinco milagros eucarísticos que han
sido examinados por la ciencia y los compara con los informes científicos sobre
la Pasión de JESÚS.
El cuadro que sale es asombroso:
“Un diagnóstico clínico preciso, puntual
y detallado
que coincide perfectamente con lo que
leemos en los Evangelios“
“Un corazón sangrante, que pertenece a un
hombre joven, golpeado y condenado,
oprimido por un estrés severo de tipo psico-físico
y que,
desde hace dos días,
se encuentra suspendido entre la vida y la
muerte”.
Es esta
la descripción concreta de aquello que reciben los fieles católicos en el
momento en el que el sacerdote pone en su lengua la Hostia consagrada. Y bien: no estamos citando la visión mística entregada
por DIOS a uno de sus santos. Esta
vez es la ciencia la que habla claro y de manera irrefutable.
Lo
revela el Dr. Franco Serafini en su libro:
Un cardiólogo visita Gesù.
I miracoli eucaristici
alla prova della scienza
Un libro imprescindible que
reúne los cinco milagros eucarísticos revisados por la ciencia médica:
Lanciano (Chieti, Abruzos, Italia, siglo VIII)
Buenos Aires (1992-1994-1996)
Tixtla
(Guerrero, México,
2006)
Sokółka (Polonia, 2008)
Legnica (Polonia, 2013)
A estos
se les añadiría un sexto, el milagro de
Betania (1991), deliberadamente apartado de la tramitación por razones que
expone el autor.
El
cardiólogo nos introduce así en la enorme mole de trabajo que tuvo que
afrontar, revisando personalmente todas las investigaciones realizadas en los
últimos cincuenta años y colaborando, cuando fue posible, con los primeros
científicos que “trataron” las reliquias.
El
resultado es un cuadro sorprendente:
“Un diagnóstico clínico preciso, puntual
y detallado que no entra en conflicto,
más bien coincide,
con lo que leemos en los Evangelios y
recibimos de la Tradición
católica“.
Pero
procedamos con orden.
LANCIANO
Un corazón que late desde hace
trece siglos
Todo
nace con el milagro de Lanciano (Abruzzo,
provincia de Chieti). En cierto modo se trata de un outsider respecto al complejo de
los milagros eucarísticos citados, pero tal vez (también debido a esto), es el
preferido del Dr. Serafini: dice el
cardiólogo
“Es un prodigio misterioso que tiene
características increíbles.
Si bien es poco valorado, se puede decir
tranquilamente que estamos
ante una de las más importantes reliquias
de la cristiandad,
que sobrevive dese hace trece siglos.
Además ha sido un milagro absolutamente
generoso:
no se trata de una Hostia que ha sangrado
‘un poco’:
ese
día todo el Pan se convirtió en Carne y todo el Vino en Sangre“.
Dicho
milagro se sale de la norma por dos razones: ante todo, es el único que no
pertenece a la época moderna: se produjo en el siglo VIII. En segundo lugar se
diferencia por las modalidades específicas con las que se manifestó. Los
milagros eucarísticos recientes, de hecho, se han producido casi todos después
de la “eliminación” de una Hostia
consagrada e irremediablemente comprometida.
Para
quien no lo sepa, recordamos que en estos casos el procedimiento canónico prevé
poner la partícula en un recipiente de agua hasta que se disuelva
completamente, durante pocos días. Después, el agua de la ablución tiene que
revertirse y guardarse en el sagrario.
Pues
bien, es este el pasaje que se produce en el prodigio, puesto que la Hostia consagrada, en vez de
disolverse, se “transforma” en carne y sangre: así ocurrió en Buenos Aires, en
Sokółka y en Legnica. En Lanciano no fue así: el prodigio ocurrió,
puntualmente, durante la
Consagración eucarística, afectando por entero no solo a la Hostia , sino también al
Cáliz. Además, señala Serafini:
“Me gusta porque es un milagro que
persiste y nos acompaña
desde hace más de 1300 años,
transmitido ininterrumpidamente de una
generación a otra: esto es muy reconfortante”.
El
doble milagro, cuerpo y sangre, en el milagro eucarístico de Lanciano. Hay, de
hecho, una “historia en la historia”: así como en el siglo VIII el monje de San
Basilio había dudado de la real presencia de Cristo en las especies
eucarísticas (duda gracias a la cual se
produjo el prodigio), del mismo modo los monjes franciscanos de la
generación pasada se encontraron en herencia una reliquia poco conocida y
bastante “difícil”, y también ellos estuvieron llenos de grandes dudas. Por
este motivo, en 1970 los religiosos le pidieron al profesor Odoardo Linoli que
realizara una serie de estudios científicos. Fue así cómo, de la segunda duda,
nace el segundo milagro porque, precisamente gracias a esos análisis se obtuvo
un descubrimiento sin precedentes en la historia:
“El antiguo tejido analizado, se
lee en el informe,
presenta las características típicas e
inconfundibles de las células cardiacas.
No es sólo que el aspecto microscópico
recuerda el músculo cardíaco.
Es toda la estructura macroscópica de la
carne la que recuerda a una sección entera del corazón”.
Dicho en
otras palabras: el 11 de diciembre de 1970 el profesor Linoli, al exponer a los
monjes los primeros resultados de los estudios, escribirá lo siguiente:
“In principio erat Verbum, et Verbum caro
factum est”
(En el principio era el Verbo, y el Verbo se hizo carne).
Cuando
los análisis estuvieron ultimados, ya no hubo dudas de ningún tipo: la Hostia es carne, y la carne es un
corazón humano. Un asombro detrás de otro: en Buenos Aires, en Tixtla, en
Sokolka y en Legnica las investigaciones lo confirman: estamos ante un corazón
humano.
Pero no
acaba aquí la sorpresa:
La ciencia no tiene dudas: la Hostia aún sufre. Hay un aspecto
particular con el cual la ciencia puede dar un auténtico valor añadido al fiel
que se acerca al Misterio eucarístico y, al mismo tiempo, suscitar un
sobresalto en quien aún no cree. Serafini lo cuenta así:
“El tejido cardiaco analizado presenta
una doble característica:
por una parte la
fragmentación/segmentación de las fibras y, por la otra, la infiltración
leucocitaria”.
Traducido:
“Esta descripción médica detallada”, explica el cardiólogo,
“nos hace comprender que el sufrimiento
de JESÚS no es una cuestión genérica.
O sea,
decir que JESÚS sufrió no es un término
vago o abstractamente espiritual.
Al contrario, esto se traduce en
conceptos precisos de tipo anatomo-patológico o histo-patológico
de los cuales, como veremos, es posible
deducir hipótesis de diagnóstico”.
Pero
hay más: los leucocitos están activos, lo que significa que la muestra de
tejido, en el momento en que fue recogida para ser analizada, ¡aún estaba viva! Estamos ante un
resultado sencillamente inexplicable desde el punto de vista científico. Y Serafini nos explica el porqué:
“Una vez que han sido separados del
organismo viviente del que proceden,
o después de la muerte del mismo,
los leucocitos sobreviven en agua, sin
disolverse, sólo durante unos minutos, máximo una hora“.
Para
comprender la sorpresa de los científicos, basta pensar que, en el caso de la
reliquia de Buenos Aires, el tejido estudiado estuvo conservado en agua
destilada y sin nutrientes durante más de tres años.
Pero
prosigamos. Una vez dicho que el tejido está vivo y sufre, la pregunta surge
espontánea: ¿ante qué tipo de sufrimiento nos encontramos? También en este caso
el diagnóstico que se prefigura es absolutamente preciso y coherente con el
dato de la fe:
“En lo que respecta a la sangre”, detalla
el cardiólogo,
“la linfocitosis y la hipogamma-globulinemia
encontradas en el laboratorio
son compatibles con el cuadro clínico de un
paciente politraumatizado:
una persona pisoteada, golpeada o víctima
de un grave accidente,
sometida a un grave shock,
con una situación de estrés
psicofísico agudo o subagudo,
con una línea temporal de uno/dos días
desde el comienzo de dicha situación”.
El
mismo discurso vale para el tejido cardíaco que nos desvela
“no una enfermedad cardíaca o un infarto
que depende de defectos coronarios,
sino más bien un daño severo de estrés
mediado por las catecolaminas……
Es decir, hablamos de ese tipo de
situación que vemos en las biopsias o en las autopsias de los pacientes
que han sufrido una grave postración de tipo
psíquico, farmacológico o traumático.
Por ejemplo, en víctimas de un accidente aéreo
o en… condenados a muerte”.
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El grupo
sanguíneo y… la gracia
De
entre los numerosos aspectos en los que se han centrado las diferentes
investigaciones, hay uno en particular que, para la ciencia, no admite
réplicas. Se trata del descubrimiento del grupo sanguíneo, en esos casos en los
que se han realizado los análisis pertinentes. Hablamos de
Lanciano
Tixtla
y de los tres principales
lienzos de la Pasión:
la Sindone de Turín
el Sudario de Oviedo
la Túnica de Argenteuil.
El
grupo sanguíneo de la túnica de Argenteuil (Francia) coincide con la Sábana Santa y el Santo Sudario de Oviedo.
Y bien,
cinco veces sobre cinco se ha encontrado, sin excepción, el mismo grupo
sanguíneo: AB. “Este resultado”,
explica Serafini,
“es, como poco, desconcertante,
porque se apoya en un dato de estadística
matemática que elimina cualquier duda
sobre la casualidad y la veracidad de
estos prodigios eucarísticos”.
El porqué es muy sencillo:
“Cinco informes hematológicos,
procedentes de materiales distintos,
separados entre ellos por épocas
históricas muy lejanas,
por distancias geográficas -incluso
transoceánicas-,
cuatro de los cuales nos han llegado de
épocas en las que se desconocía qué eran los grupos sanguíneos y,
por lo tanto,
a mayor razón, imposibles de falsificar..…
pues bien, los cinco, según los datos repetidos más de una vez
con metodologías distintas y en
laboratorios distintos,
pertenecen siempre al grupo sanguíneo AB”
Se
trata de una verdadera bomba estadística que -nos explica el científico con
números en la mano-, nos demuestra la autenticidad de los tejidos al 99,99996875%. En
pocas palabras, estamos ante un milagro dentro un milagro que, según Serafini,
es poco conocido y es infravalorado.
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CONCLUSIÓN
Si el
estudio en cuestión tiene el mérito de proporcionar un análisis científico de
altísimo nivel, el libro del doctor Serafini tiene un mérito adicional.
Partiendo de una pregunta aparentemente retórica, pero fundamental,
“¿Tiene el hombre de fe la necesidad de una
prueba científica para creer en el milagro eucarístico?”
llega a
una respuesta final esclarecedora:
“El milagro eucarístico se da como
alimento al hombre moderno, se le entrega y ofrece sin reservas
para sostener su fe vacilante, igual que
el Pan partido”.
Y lo
hace con la infinita humildad y delicadeza de Jesucristo:
“La luz que emana de estos prodigios no
es deslumbrante.
Por mucho que algunos resultados
científicos sean desconcertantes,
es evidente que el milagro eucarístico se
contiene,
se autolimita y no quiere aplastar con su
evidencia el frágil tesoro de nuestra fe“.
Es decir, si DIOS quisiera, en su Omnipotencia podría
conducirnos a cualquier evidencia científica, suficiente para convencer a
cualquiera de Su Verdad. Pero, evidentemente, no es esta la Voluntad de Nuestro
Señor. Nos lo dice la fe y nos lo repite la ciencia: JESÚS Eucaristía quiere
ser creído, amado y adorado por el hombre libre, que Lo desea con total pasión.
He aquí la Comunión viva con Aquel que nos ama primero: el don de Su
corazón.
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