Se dice que
detrás de cada gran hombre, de un hombre importante, de un triunfador, famoso,
aquel que es o ha sido “alguien” en
la vida, hay una mujer, que le empuja, que le orienta, que es la base y el
fundamento del éxito.
Yo no se si
esa afirmación está suficientemente comprobada y es universal. No tengo la
menor estadística para apoyarla o no. Pero, ahí está, como otras tantas cosas
que se extienden y se institucionalizan.
Lo que si es
bien cierto es que delante, antes de cada persona, hombre o mujer, siempre ha
habido una mujer especial, importante, única: la madre. Todos los humanos hemos tenido una madre que vino al
mundo antes que nosotros y nosotros hemos venido al mundo gracias a ella…..con
la ayuda, naturalmente, de un padre.
Pero la madre nos ha llevado dentro.
Es cierto que
la madre nos ha precedido en la vida y también es bastante frecuente, o mejor,
muy frecuente, que la madre “se va”,
deja la vida, antes que el hijo. Es ley de vida: una generación tras otra, generalmente.
Pues bien: no es precisamente éste el caso
de JESÚS de NAZARET:
Tuvo una
madre, cierto.
Cierto que la
madre le precedió.
Pero, ¡ay!, también es cierto que JESÚS murió antes que su madre, y que
murió en presencia de ella, y de una muerte trágica, consecuencia de una
tremenda injusticia, un auténtico asesinato premeditado, organizado, incluso “legalizado” según la atroz ley
judaica.
El sumo sacerdote reanudó el
interrogatorio preguntándole:
¡
Te conjuro por Dios vivo a que nos digas
si
tú eres el Mesías, el Hijo de Dios!
JESÚS contestó:
-Sí,
yo soy.
EI sumo sacerdote se rasgó las vestiduras
diciendo:
-Ha blasfemado, ¿que falta hacen
mas testigos?
Acabáis
de oír la blasfemia, ¿Que decidís?
Contestaron ellos:
-Pena
de muerte.
(Mateo, 26, 57-68)
Y también es
cierto que ya deshecho, desangrado por la cabeza, pies y manos y por el
costado, esa madre fue la primera persona en recoger el cuerpo inerte del
Maestro para darle sepultura.
Pues bien:
sobre esa madre, llamada MARÍA, y
sobre lo que de ella se recoge en los Evangelios, es lo que pretendemos
analizar aquí:
·
¿Cómo era aquella mujer?
·
¿Cómo desarrolló su papel
de madre en dos momentos clave?
·
¿Cómo viviría y soportaría
la evolución del drama de su hijo y su trágico final?
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La primera
realidad que nos llama la atención en la comunicación Madre/Hijo, es que en los
dos extremos de la trayectoria vital de JESÚS, su nacimiento y su muerte, está
presente la relación entre ellos: en ambos casos existe un breve diálogo,
comunicación, intercambio de sensibilidades. JESÚS se comunica con su madre en ambas circunstancias.
Veamos:
El principio y el fin
de JESÚS están íntimamente vinculados a su Madre.
En el primer
caso, en el origen, en el nacimiento, la cosa no es nada extraña, es normal y
habitual en la casi totalidad de la vida humana.
En el otro
extremo, la muerte, la situación ya es más insólita, especialmente en alguien
que muere ajusticiado, en presencia de mucha gente y custodiado por soldados.
Pero entre ambas comunicaciones hay un abismo de
sentimientos.
El nacimiento de JESÚS sería como
habitualmente ocurre:
El niño, ya crecido dentro de la madre,
desea la vida, necesita salir a la luz.
La madre tiene dolores, sufre,…….pero está
deseando el acontecimiento.
El niño nace…..y naturalmente,
llora. Está abandonando su “hogar”, un
lugar cálido
en el que se ha ido formando….y
sin saber cómo, brota a un mundo nuevo, aparentemente hostil.
Pero, muy pronto, está en otro mundo igualmente cálido, conocido,
acogedor, ¡si es casi el
mismo! ¡Es conocido….!
Está en brazos de alguien, alguien que no es extraño….la situación es incluso
mejor que antes, y prueba de ello es que el niño deja muy prontamente de
llorar, se le colorean los mofletes y entra generalmente en un plácido sueño,
reparador del cansancio por el esfuerzo realizado.
Tras los dolores del parto, la ansiedad, la angustia, el inevitable
miedo de que algo salga mal….mezclado todo ello con los esfuerzos para ayudar
al niño a ver la luz, tras todo ello y una vez comprobado el feliz resultado,
al acoger al bebé en sus brazos, también viene el sosiego, el semblante de la
madre, ya relajado, refleja una nueva felicidad derivada de todo ello y
esencialmente de ”ser madre”.
Un proceso bastante sencillo y
hermoso: dolor y esfuerzo…..y después,
paz y felicidad.
Nosotros hemos
sido padres y no sabría describir igualmente esos momentos. Pero yo, el padre, he
estado presente en el nacimiento de mis hijos. Y las cosas pasan
aproximadamente como las he descrito y como habrán visto y sentido, en
general, todos los que en el mundo han
sido.
A esto hemos
querido llamar aquí “el primer dialogo” entre madre e hijo,
aunque no tenga lugar mediante palabras. Es una sencilla comunicación que no
necesita mayor expresión.
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Imaginamos que esto es, más o
menos, lo que ocurriría entre MARÍA
y JESÚS.
En conclusión
lo que queríamos expresar es que este primer diálogo fue un paso del
dolor,
“los
dolores del parto”
a la alegría y
a la paz interior mutua.
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Pero, atención, todo lo contrario respecto del último
dialogo:
allí se pasó del dolor, del sufrimiento a la muerte del hijo y
a la aflicción, desolación y tristeza de la madre.
El arco de la
vida de JESÚS se desarrolla entre
estos dos momentos:
Su “llegada” a
los brazos cálidos, amorosos y acogedores de su madre,……y la “salida” elevado en la cruz, aborrecido, odiado y escarnecido
por sus verdugos, y su madre “rota” al pie del madero.
En este final
de la tragedia, el dolor de la madre no va seguido de la paz y felicidad
presente en su nacimiento, en su “llegada”. Aquí no parece haber sitio más que
para el dolor, la tristeza sin límites, quizás la desesperanza, y, por
supuesto, la incomprensión ante el por
qué de esa atrocidad con su hijo.
Ya lo había pronosticado el
anciano Simeón:
Cuando llegó el tiempo de
que se purificasen, conforme a la
Ley de Moisés, llevaron a JESÚS al Templo de Jerusalén para
presentarlo al Señor.
Vivía entonces en
Jerusalén un cierto Simeón, hombre honrado y piadoso. El Espíritu Santo estaba con él y le había
avisado que no moriría sin ver al Mesías del Señor.
Impulsado por él
Espíritu, fue al templo.
Simeón tomó al niño en
sus brazos y bendijo a Dios diciendo:
Ahora,
Señor, según tu promesa, despides a tu siervo en paz.
Porque
mis ojos han visto a tu Salvador……..
……y dijo a María, su
madre:
-Mira:
éste está puesto para que todos en Israel caigan o se levanten.
Será
una bandera discutida, mientras que a ti
una espada te traspasará el corazón.
(Lucas, 2, 22-40)
¿Era para esto para
lo que le anunció el ángel que era la elegida?
¿Podemos imaginar lo
que sentiría MARÍA a los pies de la
cruz…….
experimentando en sí
misma la agonía del hijo?
“…..una espada te traspasará el corazón”
Y, de repente, las palabras del hijo, el diálogo final, que no es sino
un monólogo del Maestro, pues nadie respondió a sus palabras, y menos su
madre, a quien le sería imposible emitir palabra alguna:
Estaban junto a la cruz de
JESÚS su madre, la hermana de su madre María de Cleofás y María Magdalena.
Al ver a su madre y a su
lado al discípulo preferido, dijo JESÚS:
—Mujer,
ése es tu hijo.
Y luego al discípulo:
—Esa
es tu madre
Desde entonces el
discípulo la tuvo en su casa.
(Juan, 19, 17-27))
JESÚS tiene las últimas palabras, la mínima energía que le queda,
para preocuparse por su Madre y encomendarla a Juan. Es la despedida.
Este es el que llamamos el “último diálogo”.
E inmediatamente después, la
muerte:
Después de esto, sabiendo
JESÚS que todo estaba terminado, y para que se cumpliese la
Escritura , dijo:
-Tengo
sed.
Había allí un jarro con
vinagre. Sujetando a una caña de hisopo una esponja empapada en vinagre, se la
acercaron a la boca. Cuando tomó el vinagre dijo JESÚS:
-Todo
está terminado.
Y, reclinando la cabeza,
entregó el espíritu.
(Juan, 19, 28-30)
Difícil de
imaginar la rotura del corazón de la
Madre al recibir
en sus brazos el cuerpo del hijo desnudo, (como
al principio), roto, inerte, completamente diferente al bebé que 33 años
antes había tenido asimismo en sus brazos.
Tremenda
paradoja de la vida de un hombre, entre un principio y un fin, y en medio los
años de una vida “HACIENDO EL BIEN” (Carta de Pablo)……¿Para qué?.....podría
preguntarse la madre. ¿Tendría para ella alguna explicación, alguna
justificación, algún sentido?
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Dos momentos
extremos, dos sensaciones, dos diálogos.
Primer dialogo:
sin palabras.
Último dialogo:
también sin palabras.
Entre estos
dos momentos o incluso entre estas dos “sensaciones” de la madre, bien
diferentes entre si, el bebé lleno de vida en sus brazos y el desolador final,
el hijo-hombre inerte también en sus brazos, hay todo un recorrido, el de la
biografía de JESÚS, en la que
aparecen muy pocas referencias a su madre, por supuesto infinitamente menos de
las que toda una vida entre madre e hijo pueden dar de si.
Los Evangelios
son breves, escuetos, parcos, lacónicos y diríamos que, a veces, hasta un poco “secos”.
En nuestro
libro:
Hemos recorrido los escasos pasajes en los que
se habla de MARÍA, intentando descubrir lo que de esta Madre se puede encontrar ahí.
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Nos vamos a
permitir un breve final.
Hace unos días
llegó a nuestro ordenador un correo enviado por una buena amiga del Blog: nos
adjuntaba una magnífica presentación, (Microsoft
power point), sobre la escultura “LA PIEDAD ”
de Miguel Ángel, que se conserva en la Basílica de San Pedro en Roma. Esta extraordinaria
obra, que en realidad es un “descendimiento”
de JESÚS, muestra el cuerpo inerte y
yaciente del hijo, recién bajado de la cruz y recogido en brazos de la madre.
No nos resistimos
a invitaros acceder a esta presentación, (música
e imágenes), y contemplarlo antes de seguir adelante.
Para ello, pinchad en
La Piedad de Miguel Ángel
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